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Por MIGUEL AGUSTÍN SANTOS
PAHUATLÁN, PUE. – El día viernes 16 de junio de 2023,
Pahuatlán registró uno de sus días más fatídicos, el cual quedará tristemente
grabado en la memoria de sus habitantes; ese día, se verificó uno de los peores
hechos sangrientos a los que puede llegar la barbaridad humana, poniendo en
evidencia el extremo de la degradación social en el que nos encontramos
sumergidos.
Estos sucesos reprobables en todo sentido, nos permiten
darnos cuenta que vamos cayendo en un abismo día con día, al cual avanzamos
conmovidos y avergonzados, ya que, aunque no lo queramos reconocer, todos somos
responsables de este tipo de eventos lamentables, y hasta no saber cuál será la
siguiente atrocidad a la que llegaremos, vamos negando que hemos perdido la
capacidad de educar a nuestros hijos, negamos que no sabemos ser capaces de
hacer valer nuestros valores, no somos capaces de construir las garantías
necesarias de seguridad que nos permitan mejorar nuestras condiciones de vida,
y por el contrario, esperamos que todo nos lo venga a resolver el gobierno, o
descienda de los cielos por gracia divina, la justicia, la educación, y el
orden anhelado. Pobre Pahuatlán tan lejos de Dios y tan cerca del conformismo.
Doña Cristina Aparicio Castillo, era una madre que estaba
desesperada, como lo están otras, debido a la conducta de su hijo Pablo
Mendoza, acudió a los diferentes mecanismos existentes para sacarlo de las
drogas, llámense granjas o reformatorios, en los que lo internó más de una vez;
desesperada le pidió a la autoridad municipal protección para su vida, debido a
que acusó el miedo que sufría y que la hacía irse a dormir a casas de
familiares y conocidos buscando protegerse, ya que su hijo la amenazaba
constantemente y ella percibía el peligro que implicaba tenerlo en casa y
convivir con él, sobre todo, cuando se encontraba alterado por el alcohol y los
estupefacientes que consumía, perdía todo juicio, y acechante bajo estos
influjos, evidenciaba sus impulsos homicidas. Una autoridad municipal que se
limitó a enviarle un citatorio al joven pidiéndole que se presentara con el
Juez Calificador, cosa que lo enardeció aún más ¿Y seguro usted se preguntará
si eso pudo evitarse? Fíjese que sí.
Desde el momento en que debe obligarse a los hijos para
que aprendan a obedecer y a respetar, o en el momento en que eligen a sus
amistades, o en la forma en que van descubriendo el mundo sin una supervisión y
freno familiar, hasta el momento en que
la autoridad omisa, que se preocupa más por el jaripeo o la cabalgata
siguiente, y no hace nada por proveer a las familias de las herramientas
necesarias para enfrentar este desbordamiento social al que hemos llegado, que
requiere con urgencia una mayor atención, haciendo de lado tanta fiesta y
disipación promovida desde el propio gobierno.
Debemos hacer algo para que los jóvenes no sigan siendo
víctimas y victimarios, y dejen de andar por el pueblo sin autoridad que los
reconvenga. La venta de drogas ya tiene más clientes que el pan caliente, y se
lleva a cabo no solo a plena luz, sino las 24 horas del día, junto a la
promoción y el consumo de alcohol; la mezcla de ambas sustancias por parte de
jóvenes que viven en un desenfreno inaudito, ha conseguido lo inimaginable: un
matricidio, es decir, un joven embrutecido y degenerado que aterrorizó por
completo a todo el barrio de Xilepa, y le dio muerte a su propia madre, doña
Cristi, una mujer de oro, católica tradicional, apegada a su fe y con un
comportamiento ejemplar, de conducta intachable, que murió debido a las heridas
causadas por su hijo enloquecido. A todo esto, sumemos a un padre ausente e
irresponsable, que en ningún momento se preocupó por hablar y educar a su hijo.
El ahora magnicida, no solo mató a su propia madre, sino en su senda criminal
hirió mortalmente a doña Josefina Romero Castillo -mejor conocida como Chepita-
para después entrar a la casa de Salvador Mendoza Rivera, su tío, y matarlo
despiadadamente, sin razón alguna.
Usted imagine que una construcción se hace poniendo
piedra sobre piedra, ladrillo sobre ladrillo, pues este deterioro social en el
que nos encontramos, se debe a que las acciones y omisiones de sociedad y
autoridades, han ido colocando un escalón sobre otro, y de esa forma,
barbaridades como las que ahora se lamentan, ocurran. Dicen que no asusta tanto
la maldad de los malos, como el silencio que se vuelve complicidad en los
buenos.
En este tipo de sucesos que no deberían de ocurrir en
ninguna sociedad, tenemos responsabilidad todos, desde aquellas autoridades que
han tolerado, y solapado a delincuentes que campean impunemente por los
pueblos, hasta aquellos que saben de la venta y el consumo de alcohol y otras
sustancias y se hacen de la vista gorda, convirtiéndose en cómplices. También
las madres y padres de familia que callan y se encuentran sometidos a los
caprichos de sus hijos, y los educadores que en lugar de predicar con el
ejemplo se emborrachan a la par de sus alumnos, o se limitan a cobrar un
sueldo, sin poner mayor voluntad en la formación de los niños y jóvenes, así
como, las autoridades que llegan siempre tarde a las tragedias, y después
simulan contrición, dolor y congoja.
¿hasta dónde llegaremos? No lo sabemos. La sociedad que
antes pensaba y temía porque la delincuencia amenazaba la paz y seguridad
familiar que imperaba fuera de su casa, al consentir que sus hijos anden sin
ningún tipo de freno, ni vigilancia, ni orden que los sujete, están cultivado
delincuentes dentro de sus propias casas. Bien es sabido de todos, que, al
desobedecer cualquier indicación de sus padres, los hijos son reacios a
obedecer a cualquier otra autoridad, y si no son motivados a cumplir con su
educación formal, también se niegan a acudir a cualquier educación alternativa,
una de ellas es la doctrina religiosa, que bien que mal, durante mucho tiempo
ha servido para inculcar valores y fomentar el respeto a una autoridad
determinada, sentando las bases de la fe y el temor de DIos. En ese sentido,
los padres nos hemos convertido en solapadores de la decadencia que se vive, y
queremos que la autoridad nos resuelva y proteja de lo que hemos creado en casa.
Se debe señalar también, y es de todos sabido, que la misma autoridad de mayor a
menor rango, funge como protectora de delincuentes y propagadores de droga. Los
mismos servidores públicos venden alcohol a cualquier hora en sus negocios,
lógicamente sin la sanción de ninguna autoridad.
Hasta hace poco, veíamos con sorpresa y admiración los
crímenes que se cometían en escuela y barrios de los Estados Unidos,
perpetrados por jóvenes y menores de edad enloquecidos que disparaban contra la
población inocente. Pues ahora ese tipo de actos ya están en suelo pahuateco,
ya cualquiera enloquece y mata hasta su propia madre sin ningún control de
ningún tipo. Mientras tanto a diestra y siniestra se promueve la cultura narca,
con corridos que suenan a todas horas, y regetones que promueven la degradación
social, y se aplaude a los niños que imitan esas conductas. Las canciones y series
de televisión cumplen también el papel de difundir los comportamientos de
delincuentes que han logrado enriquecerse al amparo de la corrupción y del
brazo de las autoridades a quienes tratan como empleados. Ese es el porvenir
que les vendemos a jóvenes y niños, ese es el futuro que ahora nos ha
alcanzado. Usted que lee este documento, piense en su contenido. Piense cuánto
está usted colaborando en que esto continúe hasta vivir un nuevo extremo
lamentable.
Miguel de Unamuno, el gran filósofo español del siglo
pasado, dijo que al final de los tiempos solo quedaremos dos bandos en la
tierra, los biofílicos o amantes de la vida, y los necrofílicos o amantes de la
muerte, todo parece indicar que ese tiempo ya está aquí, ya empezó. El sábado
pasado, mientras los pobladores adoloridos del barrio de Xilepa velaban y
lloraban los cuerpos de las víctimas del magnicidio, en la plaza principal de
Pahuatlán el gobierno municipal celebraba el día del padre, entre corridos
narcos y alcohol, la incongruencia y la doble moral, son los distingos de estos
tiempos. La sabiduría popular dice que, el que a un hijo consiente engorda a
una serpiente. ¿Usted Qué propone para que esto se detenga? ¿Usted, después de
leer esto, pregúntese si está haciendo algo, para ayudar a que la sociedad
mejore? Piénselo por favor y recapacite.